Con cada paso podía sentir como el aire me cortaba las mejillas.
Sola, en la magnitúd de la noche.
Con cada paso agigantado senti todas y cada una de las pulsaciones del latir de mi corazón.
Mis puños estaban cerrados, por mi frente se deslizaban fervientemente gotas de sudor, a pesar de yo sentía frio, un frio que acompañaba cuan amanete inseparable el agitar de unos doloridos pies que corrian incansables -pese al dolor insoportable que los chantajeaba- pero ante todo no desistian.
Me marchaba, corría, mientras los paisajes a mi alrededor cambiaban, yo me alejaba, rapidamente, sin parar, sin dudar, sin pensar en.... por que corria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario